Siempre empezamos la cuaresma con el pasaje de las tentaciones de Jesús.
La tentación es ese deseo de hacer cosas que no nos convienen o que nos hacen daño, o dañan a los demás, o a Dios, o al mundo. Cosas que sabemos que no tenemos que hacer porque nos alejan de lo bueno que Dios quiere para nosotros, para los demás y para el mundo.
El diablo, o demonio, es el símbolo de todo eso que nos quiere separar del amor de Dios.
Nuestra vida se compone de esa lucha entre el bien y el no-bien, entre lo bueno y lo no-bueno.
Y a Jesús le pasó lo mismo que nos pasa a nosotros. Se sintió tentado y acosado a lo largo de toda su vida por cosas y por personas que lo alejarían de Dios y de sus planes de bien. Pero supo superarlas y vencerlas, supo ponerlas a raya, supo pararlas a tiempo.
Para poder parar el mal que se esconde en nosotros y descubrir el bien que también hay en nosotros y en personas que son tan buenas como el pan y tan alegres como el vino que parecen ángeles, nosotros tenemos que entrenarnos muy bien y Él nos ayuda con su ejemplo.
Dibujo: Fano; Texto: Fernando Cordero ss.cc.;