Hoy, domingo después de Pentecostés,
se celebra la fiesta de la Santísima Trinidad,
este Dios tan guay que tanto nos ama
y en quien nosotros creemos y del que nos fiamos
aunque muchas veces nos cuesta entender.
Es un modelo de vida en comunidad, en equipo,
donde el amor hace que cada uno conviva unido al otro
y hacia una misma meta.
Es el mejor equipo para el mundo mundial
porque ese gran amor es para todos.
Dios es nuestra defensa,
Jesús nuestro centro
y el Espíritu Santo siempre por delante.
Y lo que es más súper guay,
quiere que formemos parte de su equipo
y que aprendamos a vivir y a amar
con su manera de jugar.
Y un detalle para que lo podamos entender un poco más sin rompernos la cabeza y usando el corazón.
Si leemos con atención el Nuevo Testamento, observamos una cosa muy curiosa. Cada una de las tres personas divinas no habla de ella misma, sino de la otra; no atrae la atención sobre sí, sino sobre la otra. Cada vez que el Padre habla en el Evangelio lo hace siempre para decirnos algo del Hijo. Jesús no hace sino hablar del Padre. Y el Espíritu Santo no nos enseña a decir su nombre sino el del Padre.
Si leemos con atención el Nuevo Testamento, observamos una cosa muy curiosa. Cada una de las tres personas divinas no habla de ella misma, sino de la otra; no atrae la atención sobre sí, sino sobre la otra. Cada vez que el Padre habla en el Evangelio lo hace siempre para decirnos algo del Hijo. Jesús no hace sino hablar del Padre. Y el Espíritu Santo no nos enseña a decir su nombre sino el del Padre.
Todos nosotros somos un mundial, Jesús es nuestra defensa y todo unidos hacemos el mejor equipo que hay, que va ha ganar la final siempre como una peña.
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