Muchas veces y a muchas personas, entre ellas ustedes, queridos alumnos, les he confesado que no sé nadar. Tanto como me gusta el mar, tanto que hablo con él, tanto como él me ayuda a hablar con Dios... y a mis 54 años no he podido con ello por diversos motivos.
Pero, sepa yo nadar o no, el verano es, más que nunca, tiempo de mar, para todos y para todo. Y en este verano, tan complicado para mí y para mucha gente que lo está pasando mal, me viene a la mente pasaje de Jesús andando sobre el mar, que tantos siguen leyendo al pie de la letra, sin entender el mensaje que nos quiere transmitir.
"Al caer la tarde, la barca (=Las personas, las comunidades, los grupos, la Iglesia) estaba en medio del mar (=El mal, las dificultades, los problemas...) y Jesús permanecía solo en tierra. Al ver que remaban muy penosamente, porque tenían viento en contra, cerca de la madrugada fue hacia ellos caminando sobre el mar (=Él supera el mal y lo vence), e hizo como si pasara de largo. Ellos, al verlo caminar sobre el mar, pensaron que era fantasma y se pusieron a gritar, porque todos lo habían visto y estaban sobresaltados. Pero él les habló en seguida y les dijo: “Tranquilícense, soy yo; no teman”. Luego subió a la barca con ellos y el viento se calmó." (Marcos 6, 47-51).
Muchas veces sentimos que nuestra vida es como una barca en medio de la tempestad de las dificultades, en un mar de problemas, sometida una y otra vez al embate del viento y de las olas, que amenazan con destruirla... Nos llegan de todos lados problemas y dificultades que ponen en grave peligro nuestra tranquilidad física y emocional, familiar y social... No sabemos qué debemos hacer, ni cómo hacerlo... Sentimos miedo y perdemos la paz... Y fácilmente nos hundimos.
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