Ayer se celebró otra fiesta de María bajo la advocación de la Merced (=Misericordia, compasión, piedad...), o de las Mercedes. Es la patrona de los cautivos, de los presos y de todos aquellos que están más marginados y oprimidos por la sociedad.
Es una buena ocasión para dar a conocer, resaltar y agradecer la labor de tantas personas, entre ellas muchos cristianos, que están trabajando en las cárceles para llevar un rayito de luz y esperanza, ayudando y consolando a las personas que se encuentran en esa situación por diferentes motivos, y a sus familias, tanto dentro como fuera, con amor e ilusión, sin humillarlas y tratándolas con la dignidad que tienen como hijos de Dios y hermanos nuestros, y defendiendo sus derechos.
La Iglesia lo hace a través de lo que se llama Pastoral Penitenciaria.
Misión dura y difícil, pero también muy hermosa.
Y más sabiendo que, al hacerla, estamos mirando a esas personas con los ojos y el corazón de un Dios misericordioso que los juzga desde el amor y que cree en ellos.
Y que, al hacerla, no los dejamos "a la merced" (=Bajo el poder) del fracaso, la soledad y el abandono que puedan llegar a sentir.
Y que, al hacerla, estamos sabiendo ver a Jesús en donde no quisiera ser visto pero está, en toda persona que sufre situaciones difíciles y de dolor como ésta.
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