Este Viernes Santo, entre tristeza y esperanza, celebramos el amor grande de Dios en la vida entregada de su Hijo. Esa tristeza se traduce en dolor y llanto al saber que Jesús sigue muriendo en tantas y tantas personas que sufren. Esa esperanza se traduce en alegría cuando sabemos que la cruz es la antesala de la resurrección y que hoy muchas personas están haciendo posible que un mundo más mejor sea posible gracias a que cada día entregan su vida por amor a los demás.
La resurrección está a la vuelta de cada esquina.
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