El pasaje del Evangelio de hoy nos habla nuevamente de nuestro Dios como un Dios de vida y no de muerte, ni de sufrimiento... Es un Dios que nos invita a levantarnos de todo lo que nos pone límites, incluso los de la muerte. Es un Dios que nos invita a liberarnos de todo lo que empobrece o nos hace menos como personas y a buscar nuestra dignidad como personas e hijos suyos. Y es un Dios que también nos invita a ser botiquín para las personas que nos necesitan y para nuestro mundo.
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