El pasaje del Evangelio de hoy nos habla de que para Dios no hay imposibles porque su amor está enganchado a nosotros. Pero para nosotros, sí que es imposible seguir a Jesús si no amamos. Imposible es amar si tenemos nuestro corazón enganchado a nuestras cosas: La maquinitas, los juguetes, la ropa de marca, los caprichitos, el dinero... Es realmente imposible conseguirlo.
Para vivir con dignidad basta con hacer el bien y evitar el mal, es decir, ser personas buenas. Pero para ser amigo de Jesús, además, hay que renunciar al egoísmo y al deseo de acaparar cosas y más cosas, dando la espalda a tantas personas que necesitan de nosotros.
Algo de todo esto le dice Jesús a un rico que se le acercó y quiso saber qué podía hacer para ser feliz. Pero la respuesta de Jesús no le convenció. Estaba muy apegado a sus riquezas.
Por eso Jesús emplea la imagen del camello y la aguja. Y hace que el camello pase por lugares imposibles, que se reduzca con la suavidad del hilo del amor de Dios.
Como ya sabemos muchos, no hay que tomarse al pie de la letra los ejemplos que Jesús nos pone para intentar explicarnos su mensaje.
Aunque hay quien lo intenta. Es broma. Pobre camello si así fuera.
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