El pasaje del Evangelio de hoy nos hace dar un salto enorme para y pasar de celebrar el nacimiento de Jesús a celebrar una decisión de Jesús ya adulto. Nos lo encontramos con treinta años, en el río Jordán, para que su primo Juan le bautice.
El cielo, la tierra, el agua, el aire, los corazones... Todo se abre en este día en que Jesús se puso manos a la obra para que las manos de Dios se vieran más y mejor por todos nosotros. Manos de Amor y de Misericordia, manos llenas de Buena Noticia, manos llenas de ternura y de cercanía.
Se deja llenar del Espíritu, se siente amado y se deja querer por Dios, y se lanza ser Amor de Dios para los demás. ¿Nos apuntamos?
Decimos así "adiós" a este tiempo litúrgico de la Navidad, pero no nos despedimos de su mensaje ni de su espíritu, porque nosotros queremos dejar que Jesús siga naciendo a cada momento en nuestros corazones y en el corazón del mundo.
Le decimos "adiós" porque vamos a seguir celebrando de otras maneras y con otros tiempos litúrgicos el Amor y la Salvación de Dios.
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