Ante la fiesta de san José, queremos recordar al carpintero de Nazaret de manera sencilla y hermosa, "como esas flores amarillas que se abren junto al camino formando coronas, que florecen en paisajes sombríos y húmedos antes de la Pascua".
No sabemos casi nada y sabemos mucho. "La mirada sencilla descubre muchas cosas esenciales que no sabemos por la historia y por los libros, pero ayudan a vivir. Y aquello que ayuda a vivir y seguir caminando es real, es verdad".
"Mirando las flores veremos que en ellas nos mira Dios con inmensa ternura y simplicidad, y con su mirada nos hace santos y bellos como las flores de san José."
"De san José, los evangelios no nos dicen casi nada, y él no dice nada en los evangelios". Sólo cuidaba de Jesús y de María, y trabajaba.
"¡Estos evangelios en los que Jesús es amigo de la fiesta, amigo de cantar y de bailar, de gozar del cuerpo y de la vida, de aliviar el dolor y consolar el alma! Así encarnó Jesús al Dios compasivo y alegre, y mucho de todo ello lo habría aprendido de su padre José. Y, sin embargo, en estos evangelios, José es el hombre que calla, y no porque fuera mudo". Algo tuvo que decir y hacer para que Jesús aprendiera tanto de él y de la vida."
Y, ante tanto silencio "sólo nos queda mirar a José con ojos simples. Cada uno es muy libre de imaginarle como más le guste, con tal de que no contradiga demasiado lo que sabemos por la historia, y siempre que lo que imagina y contempla le ayude a ser mejor. ¿Hay mejor señal de verdad que la bondad?"
"Pues bien, de las pocas cosas que nos dicen de José los evangelios es que era "justo", lo que significa "bueno". Un hombre bueno, que es muy distinto de un hombre perfecto, y muy distinto de un hombre extraordinario".
"Un hombre muy normal, con sus más y sus menos, pero más inclinado a confiar en el otro que a vigilarlo, a tener compasión que a guardar rencor, a alegrarse con el bien ajeno que a envidiarlo, a comprender al débil que a condenarlo, y más dado a quererse que a juzgarse. Un hombre no carente de dolores y amarguras, pero no amargado ni crispado. Un trabajador (carpintero-albañil-fontanero) capaz de sufrir y de gozar en su trabajo, y honesto, muy honesto al cobrar. Un hombre humilde y libre, que es lo mismo. Un hombre creyente, que es como decir: capaz de padecer el silencio, la ausencia, la tardanza de Dios, pero capaz también de desahogar en Dios todas las penas y de descansar en Él cada noche y de seguir esperando el día del consuelo universal. Y, mientras hacía el bien, aun sin saberlo, José enseñaba a Jesús a ser bueno, a ser hombre, a ser creyente, a ser feliz en la pobreza, a ser compasivo, a esperar siempre, a inventar parábolas, a llamar a Dios dulcemente "abbá", a soñar a Dios, a encarnar a Dios. Y eso es lo más grande de José, y lo más cierto: que fue el padre de Jesús. Y lo más grande de Jesús es que pasó la vida haciendo el bien, aunque así le fue. Pero el que hace el bien resucita siempre en la bondad poderosa que es Dios."
¡PAZ Y BIEN... Y MUCHAS FELICIDADES
A TODOS LOS PADRES BUENOS
DEL MUNDO MUNDIAL!
(Texto tomado y adaptado de JOSÉ ARREGI)