miércoles, 2 de abril de 2014

SAN JOSÉ DE ANCHIETA

Querido nuevo Santo nuestro:

Ya en vida tenías fama de santo y parece ser que también tenías bastante sentido del humor.
Naciste el 19 de marzo de 1534 en San Cristóbal de La Laguna (Tenerife). Fuiste un hombre muy competente en muchos temas y sabías de muchas cosas, pero por encima de todo, te dedicaste la Misión.
Llegaste a Brasil con 19 años en compañía del Padre Manuel de Nóbrega y desde el principio te preocupaste por difundir el mensaje del Evangelio entre aquellos con los que te encontraste, intentando siempre buscar los medios adecuados para llevar a cabo esta tarea.
Tu entrega fue tan grande que dejaste una huella muy fuerte en los primeros años de la colonización de Brasil, y no sólo en el aspecto espiritual, sino también en otros, ya que participaste en la fundación de ciudades como São Paulo, que con el paso del tiempo se convertiría en la mayor ciudad del país.
Tu convivencia frecuente  y directa con los indios y el cómo los defendías hizo que poco a poco te considerasen como persona de confianza, lo que te convirtió en mediador entre ellos y los portugueses. Y luchaste por demostrar la necesidad de tratar a los indios, no como conquistados y esclavos, y sí de integrarlos en la sociedad de forma igualitaria y digna. Con el paso del tiempo te convertiste en un ejemplo para todos y te hiciste muy famoso en todo Brasil. Por eso eres considerado el apóstol de Brasil. Muchos te seguían y te pedían ayuda.
 
 
Fuiste el primero en elaborar una gramática de la lengua tupí, que era la lengua hablada por los tupí guaraní, principal pueblo indígena del Brasil del siglo XVI. El conocimiento de esa lengua te permitía poder realizar un mejor trabajo evangelizador, usando métodos poco comunes para aquella época, como poesías, canciones, dibujos, obras de teatro..., llegando a pasar largas temporadas viviendo en las aldeas indígenas.
Amaste mucho a los indios, a quienes tratabas como iguales y como hermanos en Cristo, defendiéndolos, curando a los enfermos, construyendo escuelas para los huérfanos y llevando a cabo una gran labor muy rara en aquellos tiempos. 

Eres un gran ejemplo de misionero y de buena gente para todos. Por eso te nombran santo después de tanto tiempo.

Pero para  Dios y para muchos ya lo eras. Ayúdanos a que nosotros también lo seamos... y ¡¡muchas felicidades!!

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