Seguimos de Pascua porque los cincuenta días que van del domingo de Resurrección al domingo de Pentecostés los seguimos celebrando con alegría pascual.
Y lo celebramos con una bienaventuranza: "Benditos los que saben creer con los ojos del corazón y de la confianza en vez de con sólo los ojos de la cabeza y de la ciencia."
La razón es un don que Dios nos ha dado y debemos hacer uso de ella siempre, pero la razón no nos puede cerrar las puertas de las maravillas que se le escapan.
Ser capaces de ver a Jesús en los demás es la mejor prueba de su Resurrección. Y ser capaces de meter nuestras manos en las heridas de los demás para curarlas es la mejor prueba de nuestra fe.
Y, aunque muchas veces las dudas nos asalten y vayamos haciendo equilibrios por una cuerda floja, nos sabemos en manos del Amor de los Amores. La Trinidad está en nosotros y nosotros en ella.
Y en este segundo Domingo de Pascua celebramos la fiesta de la Divina Misericordia, el amor tan grande que que Dios nos tiene y que nunca acabaremos de comprender, aunque sí lo podemos experimentar en nosotros mismos e intentar llevarlo a los demás.
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