El pasaje del Evangelio de hoy nos dice que para hablar con Dios debemos hacerlo con sencillez, humildad y sinceridad. Su amor es inmenso, más que el universo. Nosotros, por mucho que lo intentemos, siempre amamos en pequeñito, gotita a gotita, con nuestras dificultades y con nuestros límites. Así que ante Él no vale echárselas de ser personas chachi piruli, guay del paraguay, y despreciando a los demás. Ante Él vale reconocer que muchas veces no damos la talla con lo que tendríamos que hacer para amar y servir a nuestro prójimo y pedirle ayuda para ser mejores con los demás, con nosotros mismos y con el mundo.
Eso quiere decir Jesús cuando cuenta esta parábola a sus amigos.
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