El pasaje del Evangelio de hoy viene a decirnos que preocuparse por un posible final del mundo no tiene sentido para un cristiano cuando hay tantas personas para los que cada día es un posible fin del mundo. Nuestra gran preocupación tiene que centrarse en que haya vida de verdad y mundo con dignidad, justicia, paz y pan para todos aquí y ahora.
En este pasaje Jesús nos aconseja que no nos dejemos llevar por los pesimismos ni por los pesimistas. No invita a no tener miedo ni a angustiarnos. Nos dice que, aunque estemos pasando por momentos chungos, no perdamos la fe ni la tranquilidad. Y nos recuerda que estando unidos a Él, el miedo no podrá con nosotros y seremos fuertes para luchar contra ese mal que nos asusta y contra las injusticias que quieren adueñarse de este mundo.
Sin despreciar el arte y la fe que representa, la verdadera belleza de nuestra religión no reside en las piedras de un templo, sino en el amor y en la misericordia hacia los demás.
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