Semana Santa, semana que se llena de procesiones, unas catequesis que pasean por nuestras calles y que nos recuerdan la Pasión, la Muerte y la Resurrección de Jesús, y que, en el mejor de los casos, nos hacen reflexionar sobre su persona, su vida, su mensaje, su entrega, su Amor y su invitación a seguirle. Digo que "en el mejor de los casos" porque muchas veces se quedan en meras manifestaciones artísticas, culturales, sociales... y/o se reducen a una religiosidad poco comprometida con el Reino de Dios y su justicia.
Quedarse sólo en lo que pasó hace dos milenios y pico no nos sirve de mucho, ni a los cristianos ni al resto de nuestro mundo, donde millones de personas siguen sufriendo y siendo torturadas, maltratadas, crucificadas en vida y asesinadas. La Pasión y la Muerte de Jesús está en cada esquina de nuestra vida... y no la miramos, o no la queremos mirar, como miramos a una procesión, cuya imagen nos arranca la compasión y el llanto.
Ayer fui a una en Santa Cruz, la del Cristo de las Tribulaciones, una imagen que refleja mucho sufrimiento. Y una mujer, al verla, dijo que parecía que las imágenes cobraban vida cuando las bendecían.
Yo creo que "cobran vida" cuando nos llevan al sufrimiento de los demás y nos comprometen a hacer todo lo posible por resucitarlas.
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