Hoy celebramos el Día de los Santos Inocentes, aquellos niños que, según cuenta el Evangelio de Mateo, fueron asesinados por Herodes, por miedo y por ambición.
No tenemos noticia histórica de este hecho que sólo nos cuenta el evangelista Mateo. Pero sí de los muchos crímenes llevados a cabo por Herodes, cuya ambición y miedo a perder su trono y su poder le convirtió en un gran asesino, hasta de miembros de su propia familia.
Y lo verdaderamente terrible es que eso es un hecho que sigue sucediendo en nuestro mundo a cada segundo. Hay muchos Herodes centrados en hacer mucho daño a todo el que se le ponga por delante y hay muchos santos inocentes que sufren ese daño sin ellos haber hecho ningún daño a nadie, que eso es lo que significa la palabra "inocente".
También, gracias a Dios, nos encontramos a muchos santos inocentes que le ganan al mal y salvan muchas vidas con el bien, con el amor, con la lucha por la justicia, con la solidaridad, con la entrega de su persona y de su vida para defender y servir a los demás.
Este día nos invita a ser inocentes, a creer en lo bueno de la personas y a creer que el bien le puede al mal, como Jesús. Y nos invita a usar la bandera del bien para desterrar el mal que quiere ocupar el poder.
Millones de niños siguen siendo victimas de violencia, abusos, acosos, pobreza, hambre, secuestros, explotación... Recemos por ellos junto con nuestro Papa Francisco:
"Dejémonos interpelar (=Algo así como tomar conciencia de una situación problemática, hacerla tuya e intentar comprometerse en la búsqueda de posibles soluciones) por el Niño en el pesebre, pero dejémonos interpelar también por los niños que, hoy, no están recostados en una cuna ni acariciados por el afecto de una madre ni de un padre, sino que yacen en los escuálidos pesebres donde se devora su dignidad: en el refugio subterráneo para escapar de los bombardeos, sobre las aceras de una gran ciudad, en el fondo de una barcaza repleta de emigrantes”.
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