Hoy es día de los Santos Inocentes.
En medio de tanta celebración y fiesta, hoy se nos ha colado esta historia de estos niños mártires, de cuya historicidad no estamos muy seguros. Pero lo cierto es que nos habla de las injusticias con las que Jesús y nosotros nos vamos a encontrar y por las que Él nace y contra las que nosotros deberíamos luchar.
Hoy, y desgraciadamente siempre, siguen habiendo víctimas que tienen nombre propio; y no sólo niños, sino también jóvenes, parejas, personas mayores, inmigrantes, enfermos... que necesitan urgentemente la ayuda de todos. La historia humana se ve manchada por esta realidad.
Y es en esta nuestra historia donde sólo la inocencia nos podrá salvar.
Cuando hablamos de esta inocencia no estamos hablando de la inocencia entendida como ingenuidad y credulidad, uno de los motivos por la que surgen las inocentadas o bromas de este día.
Tampoco la entendemos como ser buenos en nuestro comportamiento moral o legal.
La palabra "inocente" viene del latín.
"In-nocens" en latín significa quien no hace daño.
Inocente es aquella persona que tiene el corazón bien a pesar de haber sufrido daño o de haber hecho daño, ya que todos hemos hecho daño y nos lo han hecho. Inocente es quien reconoce y siente el daño que ha hecho, y está dispuesto a perdonar el daño recibido. Inocente es quien sigue creyendo en la bondad, en los demás y en él mismo, como la verdad más importante, a pesar de todo.
Y Jesús nos revela a Dios como la alegría de lo bueno, como la vida sin miedo y sin daño, como la inocencia a la que todos estamos invitados y que es la que podrá ayudarnos a hacer que no sigan habiendo víctimas inocentes.
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