Juan Bautista, el hijo de Zacarías y de Isabel, pasaba algún tiempo en el desierto, más solo que la una, sin nada de nada que le pudiera distraer. Y allí permanecía a la escucha de la de lo que Dios le pudiera decir. Y cuando hubo escuchado lo que Dios quería, se dirigió hacia los pueblos cercanos al río Jordán, y decía a la gente, con palabras del Profeta Isaías: "¡Preparad el camino al Señor! Allanad los senderos. Que los valles se eleven, los montes se abajen y lo torcido se enderece".
Pero no se refería a los caminos de la tierra sino a los del corazón de cada persona. Y para eso, no hay nada mejor que el amor.
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