Hoy es la fiesta de la Transfiguración de Jesús.
Y ya habíamos hablado de ella cuando tocó
en la liturgia del Segundo Domingo de Cuaresma.
Pero podemos seguir hablando de ella muchas veces, porque siempre vamos a aprender algo nuevo. Como, por ejemplo, saber que todos estamos llamados e invitados a transfigurarnos para volver a hacer brillar la luz del amor y de la gracia que Dios ha creado en nosotros, en vez de desfigurarlos.
Y necesitamos transfigurarnos; no con efectos especiales para decir "Aquí estoy yo y punto", sino con amor. Para ser más hermanos, viviendo el respeto, la tolerancia, el perdón y la compasión; de modo especial hacia los más débiles y necesitados.
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