Han pasado las Olimpiadas, se han acabado y vuelven dentro de cuatro años, en Tokio 2020.
Pasan las Olimpiadas, pero nosotros no podemos pasar olímpicamente de nuestro prójimo ni de lo que le pase.
Una cosa es que pasen las Olimpiadas y otra es que pasemos olímpicamente de las personas.
Pasan las Olimpiadas, pero nosotros no podemos pasar olímpicamente de nuestro prójimo ni de lo que le pase.
Una cosa es que pasen las Olimpiadas y otra es que pasemos olímpicamente de las personas.
¿Qué es eso de "pasar olímpicamente"?
Se piensa que la celebración de las Olimpiadas se inicia de manera frecuente se inicia en el 776 antes de Cristo y su nombre se debe al lugar de su celebración: la villa griega de Olimpia, donde estaba situado el santuario más importante del dios Zeus. Se celebraban cada cuatro años, entre los meses de julio y agosto.
El valor de los Juegos antiguos fue variado: representaba una manifestación religiosa de respeto y obediencia a los dioses; contribuía al desarrollo armónico del cuerpo y del alma; pretendía favorecer la amistad entre pueblos y ciudades.
Los griegos creían en unos dioses que vivían en el Monte Olimpo y que miraban a los humanos con soberbia y desdén, de manera altanera y pasando de ellos. De ahí parece venir el significado de esa expresión.
Nuestra fe cristiana está puesta en un Dios, todo Padre, todo Madre, que nos ama a más no poder y que en ningún momento pasa de nosotros.
Nuestra fe está puesta en un Dios encarnado en Jesús que nos enseño, con su persona y su vida entregada, a no pasar de los demás, ni siquiera de nosotros mismos.
Los griegos creían en unos dioses que vivían en el Monte Olimpo y que miraban a los humanos con soberbia y desdén, de manera altanera y pasando de ellos. De ahí parece venir el significado de esa expresión.
Nuestra fe cristiana está puesta en un Dios, todo Padre, todo Madre, que nos ama a más no poder y que en ningún momento pasa de nosotros.
Nuestra fe está puesta en un Dios encarnado en Jesús que nos enseño, con su persona y su vida entregada, a no pasar de los demás, ni siquiera de nosotros mismos.
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