El miércoles pasado, 1 de marzo, todos los cristianos empezamos a vivir un tiempo fuerte de nuestro ciclo litúrgico, el tiempo de Cuaresma.
Es un tiempo litúrgico de conversión que nos brinda la Iglesia para prepararnos para poder prepararnos para la gran fiesta de la Pascua. Es un tiempo que nos invita a arrepentirnos nuestros pecados (=De aquello con lo que hacemos daño a los demás, de aquello con lo que nos hacemos daño a nosotros mismos y de aquello con lo que hacemos daño a nuestro mundo; por tanto, de todo aquello que le duele mucho a nuestro Dios) y a cambiar para poder ser más mejores personas y así poder estar más y mejor en la onda de Jesús.
La Cuaresma dura 40 días. Su duración se basa en el símbolo del número cuarenta en la Biblia. En ella se habla de los cuarenta días del diluvio, de los cuarenta años de la marcha del pueblo judío por el desierto, de los cuarenta días de Moisés y de Elías en la montaña, de los cuarenta días que pasó Jesús en el desierto antes de comenzar su vida pública, de los 400 años que duró la estancia de los judíos en Egipto.
El color litúrgico de este tiempo es el morado, que significa luto y penitencia.
Es un tiempo para reflexionar, para arrepentirnos y para cambiar nuestra vida hacia el amor, y así prepararnos para la Pascua. A ello nos ayuda el leer y meditar la Palabra de Dios, la oración, el compartir, el hacer buenas obras por los demás y el ayunar de todo aquello que nos aleje de nuestro propósito de cambiar nuestra vida hacia Jesús.
Nuestro querido Papa Francisco nos propone que la vivamos con este lema:
Y a ello nos pueden ayudar cuaresmarios como, por ejemplo, éste:
O propuestas como, por ejemplo, ésta de Fano:
Nuestro querido Papa Francisco nos propone que la vivamos con este lema:
Y a ello nos pueden ayudar cuaresmarios como, por ejemplo, éste:
O propuestas como, por ejemplo, ésta de Fano:
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