Ya estamos en el último domingo de esta espera que no desespera porque sabemos que ya está en nosotros; si queremos, claro, y si le dejamos. Como María y como José. Espera que no desespera si aprendemos a confiar. Como María y como José.
Y encendemos la cuarta vela de nuestra corona de esperas que nos desesperan porque nos viene muy bien recibir en nuestra vida a nuestro Salvador.
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