domingo, 31 de enero de 2016

TODOS CABEMOS EN EL CORAZÓN DE DIOS

En el pasaje del Evangelio de hoy se relata un momento de la vida de Jesús un poco... chungo. Hablaba Jesús a sus vecinos de que para Dios todos somos hijos, incluso los no judíos; y ellos, que se creían los únicos y los preferidos de Dios, se enfadaron mucho con Él por eso. ¡¡Hasta quisieron matarle tirándolo por un barranco!!


Él quería darles a entender que todos contamos para Dios, sin excluir a nadie de nadie. Ellos, los del pueblo judío, se consideraban el único pueblo escogido y amado por Dios y Jesús les dijo que nanai de la China, que eso no era así. Ni ellos ni nadie tienen derecho a excluir a otros del cariño y la bondad de Dios. Ni ellos ni nadie tienen derecho a embotellar o enlatar a Dios como un "gran reserva" sólo para degustación de unos pocos.
Contra el corazón de piedra y egoísta de los judíos, Jesús ofrece un corazón grande y para todos sin excepción, que es el corazón de Dios. Y ese Jesús, ese "Hijo del carpintero" es el que nos talla, el que nos configura, a modo de corazón, a modo de amor, para que en nuestro corazón también puedan caber todos holgadamente, no como en una lata de sardinas.

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