domingo, 20 de julio de 2014

TRÍO DE PARÁBOLAS

Hoy el Evangelio nos regala, no una sino varias parábolas que ya muchos de ustedes conocen: La del trigo y la cizaña, la del grano de mostaza y la de la levadura.
 
La del trigo y la cizaña viene porque hay en nosotros una tendencia a separar y a etiquetar a las personas en "los buenos" y "los malos".  En tiempos de Jesús también era muy marcada esa separación entre los considerados buenos y malos e incluso entre puros e impuros. La religión judía fomentaba esta división.
 
Sin embargo Jesús con esta parábola nos presenta a todos como una tierra buena donde Dios siembra su Palabra y su deseo de felicidad para todos.
 
Dios nos creó buenos. Luego, cada uno, usando su libertad, puede elegir regar el trigo o regar la cizaña. También está que todos a veces somos trigo limpio y a veces mala cizaña. Todos tenemos algo de trigo y algo de cizaña.
 
Por eso, Jesús nos enseña a no convertirnos en jueces, ni de los demás ni de nosotros mismos, en darnos oportunidades para poder ser trigo y dejar las cizañas de lado y en que sólo sea Dios, con su bondad y misericordia, quien tenga la última palabra sobre cada uno de nosotros, que seguro será la más amorosa y la menos condenatoria.
 
Después habla Jesús del valor de las pequeñas semillas sembradas que con el tiempo se pueden trasformar en grandes árboles al servicio de muchos. Y también narró cómo un poquito de levadura era capaz de trasformar toda la masa…
 
Como estamos en la misma «tierra» las decisiones, buenas o malas, de unos repercuten en los demás. Estamos relacionados entre nosotros, y con la naturaleza y el tiempo. Por lo tanto toda actitud buena realizada con amor se expande por el universo haciendo bien. Y quizás la semilla oculta bajo tierra o la levadura que parece insignificante, lo que no se ve y lo pequeño se pueden trasformar en lo más mejor para transforma toda la masa: a nosotros y al mundo.
 
 
  
 

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